La inactividad estropea el cerebro.
Es bien conocido que el cerebro es un órgano que se adapta y cambia con el tiempo. Esta propiedad se llama neuroplasticidad y es la que nos permite aprender nuevas habilidades, por ejemplo, a jugar al tenis, o recuperar sus funciones a las personas que han sufrido un accidente.
Además, también se sabe que la actividad física mejora la memoria. El desarrollo de habilidades motoras mientras crecemos, como la fuerza, la rapidez y la coordinación, es crucial adquirir otras habilidades intelectuales, como la memoria, el razonamiento lógico o la capacidad matemática.
Lamentablemente, esto también funciona al revés. Recientemente unos neurólogos estudiaron ratas deportistas y ratas sedentarias, y descubrieron que la inactividad y el sedentarismo pueden producir daños en la parte del cerebro que regula las respuestas automáticas.
Los investigadores pusieron un grupo de ratas en jaulas provistas de una rueda para que pudieran correr. Otro grupo de ratas estaba en jaulas donde no les quedaba más remedio que estar quietas. Después compararon los cerebros de los dos grupos de ratas, especialmente la parte llamada médula rostral ventro-lateral, parte del sistema simpático que controla la tensión arterial.
Las ratas sedentarias habían desarrollado demasiadas conexiones alrededor de esa parte de su cerebro, provocando un exceso de estimulación y respuestas impredecibles en su presión arterial. En otras palabras, las ratas que no hacían ejercicio tenían la presión arterial descontrolada. Esto a su vez las hacía más propensas a sufrir un accidente cardíaco.
Una razón más para levantarse del sillón hoy mismo. Estos son los trucos que te conviene recordar:
30 minutos: Ese es el tiempo mínimo de actividad diaria para que tu cuerpo empiece a responder al ejercicio.
21 días: Puedes pasar de sedentario a activo en solo tres semanas si eres constante con el ejercicio.
Intensidad alta: Si el estímulo no es intenso, tu cerebro no cambia. El ejercicio tiene que ser un desafío.
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