Prediabetes, una amenaza silente
Trabajar en la prevención es una tarea importante pero difícil. Existe poca iniciativa en la revisión periódica de analíticas, examen físico rutinario o énfasis en un estilo de vida saludable para control de enfermedades crónicas, enfocando por el contrario los esfuerzos solamente por alcanzar un nivel de peso corporal “ideal”.
Esperamos sentir algún síntoma como dolor, mareos, fatiga, pérdida de apetito o cualquier otra manifestación que nos motive a revisar “si todo anda bien”. ¿Acaso revisamos el motor del vehículo cuando ya no enciende? ¿O hacemos chequeos periódicos para evitar mayores problemas? Dependiendo de cual haya sido su respuesta, se encuentra usted en un grupo de prevención o de tratamiento del problema.
Atendiendo a la importancia de revisar nuestros parámetros de laboratorios de forma periódica, expongo una entidad silente, prevenible y que de no tratarse, predispone a diabetes mellitus en porcentajes considerables.
La prediabetes es una condición en la que se obtienen niveles de glucosa (azúcar) en sangre superiores a la normalidad, pero que no califican para el diagnóstico definitivo de diabetes mellitus. Según la evidencia científica, este estado predispone al desarrollo de la enfermedad y representa un elemento predictivo de las principales complicaciones de la entidad (daño en los riñones, neuropatía (causa de pie diabético), retinopatía (afectación en los ojos) y enfermedad aterosclerótica (grasa en las arterias).
La aplicación de estilos de vida más saludables ha mostrado beneficios muy significativos, lográndose una considerable reducción en la progresión de la enfermedad de hasta un 60 % (Gong Q, 2011).
¿Cuáles ajustes deberán involucrarse en la terapia nutricional de la prediabetes?
Control de peso corporal. No es ese número que le indica la balanza únicamente, sino más bien, una adecuada composición corporal donde la reducción en la masa grasa tenga un rol protagónico.
Reducción de grasas saturadas. Evitar consumo de frituras, carnes procesadas, mantequillas. Limitar la ingesta de carnes de res, cerdo y aumentar el consumo de pescados.
Consumo regular de fibra. Inclusión diaria de frutas, verduras, leguminosas, cereales integrales para satisfacer el requerimiento diario de fibra.
Atención a los hidratos de carbono (carbohidratos). Representan la principal fuente de energía y glucosa (azúcar) en nuestro organismo. Se debe orientar sobre el índice y carga glicémica para la inclinación hacia los que tendrán menor impacto en la glicemia.
Ejercicios regulares. La recomendación es 150 minutos semanales de ejercicio cardiovascular dependiendo de la condición física y cardiovascular.
Identifiquemos si estamos orientando nuestros esfuerzos en prevenir enfermedades crónicas de índole metabólico o cardiovascular detectando a tiempo este tipo de amenazas.
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