¡Carajo! ¿Cuándo será?
Por Tony Pèrez
No pasará mucho tiempo sin que volvamos a sufrir el impacto de un racimo de muertos y heridosa causa de un accidente de tránsito como el ocurrido la noche de este jueves 16 de octubre en la carretera Verón-Higüey.
La autoridad ha informado de ocho decesos y 30 lesionados, algunos muy graves, cuando un autobús con 45 pasajeros a bordo, la mayoría empleados de un hotel turístico del este, chocó con un camión cargado de arena mal estacionado en La recta de Leonel Taveras.
Este país sufre una creciente epidemia de este problema; está plagado de conductores indolentes, homicidas encubiertos; la autoridad actúa por coyunturas y la sociedad ha perdido la capacidad de asombro.En el horizonte no se ve una señal de fuerza de cambio para revertir esta desgracia que se reproduce cada vez más rápido.
En 2013, 1,800 seres humanos perdieron sus vidas por vuelcos y colisiones, para una tasa de mortalidad 41 por 100,000, 2.5 veces más que la de América Latina y el resto del Caribe (17 por 100,000), y cuatro veces la de Unión Europea (10 por 100,000). Eso representa 700 millones de dólares al año, 75% del gasto social en salud, según los datos difundidos hace poco por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo. República Dominicana ocupa el segundo lugar en el mundo en el ranking de tasas sobre muertes por accidentes de tránsito, después de la islita Niue en el continente Oceanía.
Ni cerca de esa bochornosa mortalidad andan las provocadas por las epidemias de chikungunya (no más de 50 defunciones), cólera (412 entre 2010-12) y dengue (70 en 2012), las cuales representan, sin embargo, “el arroz, habichuela y carne” de cada día en los medios de comunicación, a través de historias descontextualizadas y cargadas de lugares comunes que solo aterrorizan y desayudan en la comprensión y búsqueda de solución.
Circular por las avenidas de las ciudades o por cualquier carretera nacional resulta un desafío de altísimo riesgo. A cada rato ocurre un vuelco o un choque trágico perfectamente evitable, si conductores y chóferes tuvieran un mínimo de conciencia sobre el valor de la vida y manejaran a la defensiva. Pero no. Los perros callejeros se comportan mejor que la mayoría de los humanos conductores de vehículos de este terruño. Tales canes saben cuándo detenerse para ceder el paso, y hasta por los peatonales cruzan para evitarse un atropello, mientras las personas se arriesgan entre la telaraña de yipetas, carros, camiones, patatas con furgones articulados, motocicletas, carretas, triciclos y autobuses que ahogan las vías.
Las velocidades extremas, los rebases en sitios inadecuados, la violación de las señales de tránsito (cuando existen y se ven), la viveza criolla (aprovecharse del otro) y la desvergüenza generalizada, son un signo cotidiano y saben a sangre humana. La indiferencia social es infinita en RD. Por eso la caterva de bajas.
A los dominicanos y las dominicanas al parecer les han sacado la sangre de las venas; les han transformado para que actúen como robots asesinos en las vías públicas; allí donde cerraron los espacios para las personas decentes y educadas, aquellas que quieren cumplir con las leyes y las normas sociales.
Los accidentes de tránsito a consecuencia del caos montado representan un gravísimo problema de salud pública. Ellos constituyen el túnel que lleva a la sociedad (sobre todo a la juventud) hasta el cementerio. No solo a los imprudentes, sino a los inocentes. No solo a los locos, sino a quienes, apropiados de conciencia ciudadana, manejan a la defensiva. Nadie está a salvo de esta locura.
El desorden no soporta más.Las carreteras y las avenidas son carnicerías nacionales para el sacrificio de seres humanos. Y la próxima víctima podría ser cualquiera. Pero no llega ¡carajo! el despertar del empoderamiento social.
FUENTE:http://www.7dias.com.do/opiniones/2014/10/23/i175044_carajo-cuando-seraa.html#.VEpHwBY5bUf
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