Por: Tony Pérez

Falta conocer el objetivo no declarado de la Procuraduría General al sacar a la novel cantante Martha Heredia de una cárcel donde cumple prisión preventiva desde febrero bajo la acusación de tráfico de heroína, para presentarla en un programa televisual sensacionalista.

Porque el alegato público de la autoridad de que la llevaron junto a otras internas del Centro de Corrección de Najayo con el objetivo de mostrar los avances del sistema penitenciario, es poco convincente hasta como acción de Relaciones Públicas, aunque sea cierto. Deviene en una chapucería mayor en tanto, en el fondo, podría interpretarse, con mínimo esfuerzo, como un premio a la transgresión de las leyes; una invitación implícita a replicar inconductas sociales.

Igual de vacía y poco sopesada ha sido la disculpa tuiteada horas después por el Procurador General Francisco Domínguez en razón del malestar provocado en amplios sectores de la sociedad. Y muy triste –o muy alegre-- ha resultado la reacción de los conductores del televisual amarillista. Aducen que la presentación nada tuvo que ver con búsqueda de rating. Hay ocasiones cuando el silencio responde mejor, y quizá en este momento era preferible callar a dramatizar un cuento soso.

La ganadora del Latin American Idol, 2009, fue apresada el 19 de febrero de 2013 por agentes del Cuerpo Especializado de Seguridad Aeroportuaria (CESA), en el Aeropuerto Cibao, cuando intentaba viajar hacia Nueva York con poco más de un kilo de heroína. Ocurrió mientras estaba en el punto máximo de ebullición el escándalo mediático creado con su pareja, el cantante Vakeró, a quien había denunciado vía Tuíter, por supuesta violencia de género; de nuncia que  formalizó luego ante la Fiscalía. El artista urbano fue encarcelado y vejado sin que el Ministerio Público le hiciera caso a sus argumentos. Antes, la madrugada del 18 de diciembre de 2010, la carismática joven perdió el control de su jeep en el kilómetro 43 de la carretera Duarte y mató a un joven de 16 años que esperaba a la orilla.

Heredia no ha sido condenada. Su medida cautelar por tráfico de drogas se acerca a los ocho meses. El Ministerio Público tendrá que demostrar sus culpas –y ella su inocencia--  en un juicio de fondo; mas ya la ha exhibido como trofeo, modelo de regeneración. Penoso. Aunque estuviéramos ante un milagro, las lecturas de mucha gente son muy diferentes a los aplausos que tal vez esperaba la autoridad. Mientras, está por verse el arrepentimiento de la controvertida vocalista; nadie vigila los intersticios de su pensamiento. Demasiados riesgos como para poner en juego la credibilidad de la institución y exponerse a una costosa e incierta restauración.

El caso Martha es, de todos modos, solo un nuevo capítulo de una larga historia de privilegios  en las cárceles dominicanas, donde hay presos… y presos. Si no, pregúntenle a banqueros, narcos y demás mafiosos. Salen de compra, degustan cenas gourmet en restaurantes capitalinos, celebran cumpleaños de familiares y amigos y, cuando deciden pernoctar en sus paradisíacas “celdas”, hasta divas y serenatas les llevan. La diferencia es que ella no es tutumpote y no puede darse esos lujos. Solo es objeto de alguien y víctima de una sociedad descompuesta.