Hace poco tiempo, me compré un iPad Pro y estoy enamoradísimo de ella.
Fue algo inesperado. Ya había tenido algunas iPads pero, como mucha gente, no creía que fueran muy útiles. Las tabletas eran buenas para navegar en la red y ver Netflix, pero siempre les ha pesado la acusación de que no se puede trabajar mucho en ellas.
Las últimas iPad de Apple son distintas. No solo puedes hacer tu trabajo en ellas; de muchas maneras son máquinas de ensueño para la productividad. El poder de las iPads de la actualidad depende de procesadores con un diseño personalizado que son más veloces que los chips en algunas de las Mac que fabrica Apple, y el teclado para el iPad que se vende por separado es mejor y más durable que el maldito desbarajuste de teclado que Apple envía en su actual y muy despreciada línea de computadoras portátiles.
El 13 de noviembre, Apple develó una nueva MacBook de dieciséis pulgadas con un teclado renovado, una buena noticia para muchos de los amantes de Apple que se han quejado sobre la deslucida tanda más reciente de Macs. Sin embargo, creo que el iPad ya está comenzando a eclipsar a la tradicional computadora personal. En los cuatro meses que he tenido este último modelo, el iPad Pro ha consumido el tiempo que pasaba en mi teléfono, así como en mis computadoras portátiles y de escritorio de la vieja guardia. Entre otras cosas, ahora investigo y escribo casi todas las columnas con un iPad (sigo creando muchos de mis primeros borradores de forma oral, dictándolos a mis auriculares, pero soy un bicho raro).
El año pasado, pensé que me había salido del negocio de las reseñas de dispositivos para siempre. Debido a que el teléfono inteligente había engullido todo, desde las cámaras hasta los reproductores de música y los sistemas portátiles de videojuegos, declaré que todo el ramo de los dispositivos estaba muerto. Sin embargo, justo cuando pensaba que me había salido, me jalaron de regreso.
La historia del iPad es una historia sobre consolidación, concentración y el poder de la escala en el negocio de la tecnología. Es una historia sobre la meticulosidad con la que una empresa, Apple, ha dominado todo el negocio del hardware en esta década. Además, en realidad, también es una historia sobre la única cosa que importaba en el sector tecnológico en la década de 2010 —el teléfono inteligente— y la forma en que un dispositivo se convirtió en el centro gravitacional de todo el negocio de la tecnología, dándole forma a todos los mercados en la industria, y a una buena parte del mundo no tecnológico fuera del sector.
El iPad siempre ha estado cargada de grandes expectativas. Aunque fue lanzada en 2010, tres años después que el iPhone, el desarrollo del iPad precedió al desarrollo del teléfono, y Steve Jobs, el cofundador de Apple, siempre dio la impresión de que tenía puesto el corazón en la tableta.
En una de sus últimas entrevistas previas a su muerte en 2011, Jobs declaró que el iPad sería el futuro de la computación. “Las computadoras personales serán como los camiones”, les comentó a los periodistas Kara Swisher y Walt Mossberg: es decir que las máquinas tradicionales de Mac y Windows iban a seguir existiendo pero, como sucede con los camiones grandes, solo serían útiles para un pequeño grupo de usuarios especializados en un conjunto menguante de tareas específicas y de alta potencia. Los “autos” de la industria tecnológica, según Jobs, iban a ser los teléfonos y las tabletas.
Durante un tiempo, tuvo la razón solo en cierta medida. El iPad se vendió bien cuando lo lanzaron, pero después de unos años se topó con algunos obstáculos. Después de la muerte de Jobs, Apple dejó que el iPad languideciera e hizo algo similar con la Mac.
Mientras tanto, algo sorprendente sucedió con el iPhone y con muchas de las imitaciones de teléfonos Android que este inspiró. En la década de 2010, los teléfonos inteligentes se volvieron más populares, más poderosos y más rentables de lo que cualquiera en la industria tecnológica habría pensado posible. Después de unos pocos años, sus ventas y niveles de uso eclipsaron los de las computadoras personales, y durante una buena parte de la década fueron la fuente de casi todas las innovaciones para el consumidor en toda la industria tecnológica. Los teléfonos inteligentes hicieron posible la existencia de Uber, Instagram, Snapchat y TikTok. Las cámaras de los teléfonos inteligentes comenzaron a superar a las cámaras independientes, con lo cual una buena parte de la cultura y la sociedad se convirtió en un patio de juegos inundado de memes donde los medios visuales importan más que el texto.
El teléfono inteligente también alteró la dinámica comercial de la industria tecnológica. Cuando salió el iPhone, Apple era tan solo una de muchas empresas exitosas en el mundo que fabricaban hardware. No obstante, el teléfono inteligente diezmó un montón de marcas de teléfonos (¿recuerdas a Nokia? ¿Motorola?) y, a medida que los teléfonos inteligentes obtuvieron más potencia, comenzaron a hacerle la vida imposible a una serie de empresas emergentes que fabricaban hardware, desde GoPro hasta Jawbone.
Gracias a la fortaleza del iPhone, Apple comenzó a obtener una tajada cada vez más grande del negocio del hardware tecnológico; aunque no vendía la mayoría de sus unidades, su compromiso con la gama alta del mercado le permitía obtener el grueso de las ganancias. De acuerdo con un estimado, en el último trimestre de 2017, Apple obtuvo el 86 por ciento de las ganancias en la industria de los teléfonos inteligentes.
El dominio de Apple llegó a pesar del hecho de que la empresa cometió algunos errores importantes y adoptó muchas innovaciones cruciales de manera tardía. Samsung, no Apple, inventó los teléfonos con pantallas inmensas. La línea Mac de Apple estuvo plagada de demoras y callejones sin salida, entre ellos un nuevo diseño de 2013 de la Mac Pro que parecía un bote de basura y demostró ser igual de útil. Y, en cuanto al iPad, durante muchos años, Apple pareció simplemente quedarse dormida. ¿El lápiz óptico y el diseño enfocado en el teclado del iPad? Microsoft lo hizo primero para la Surface.
Sin embargo, nada de eso era importante. Debido a su control sobre el negocio de los teléfonos inteligentes y a un ecosistema de software muy complicado que les costó abandonar a los usuarios, Apple ha podido incorporar muchas innovaciones que fueron pioneras en otras partes y venderles a sus clientes una serie de negocios periféricos multimillonarios, entre ellos el Apple Watch y los AirPods.
Y, a final de cuentas, el ecosistema explica por qué no puedo dejar de alabar al iPad. Cuando salió a la venta, la principal crítica que recibió fue que era tan solo un teléfono grande; en la actualidad, por eso me encanta… como el Apple Watch o los Airpods, siento que el iPad es intuitiva y natural porque funciona justo como el otro dispositivo que uso con mayor frecuencia, mi teléfono.
Al igual que un teléfono, en la mayoría de los casos me parece que el iPad es más veloz, portátil y más fácil de usar y mantener que cualquier computadora personal que haya tenido. En el iPad, el espacio limitado de pantalla y el énfasis en que las aplicaciones se puedan ampliar a toda la pantalla también produce menos distracciones que en una computadora personal tradicional. El iPad, como mi teléfono, me permite conectarme al banco con mi rostro; la Mac, en 2019, ni siquiera tiene una pantalla táctil.
El iPad aún no puede hacer todo lo que hace una computadora portátil y a veces todavía tengo que usar una computadora “real”. Hace poco tiempo, conversé un buen rato con Dan Seifert, el editor adjunto de Verge, quien usa un iPad todos los días en el metro, pero a menudo le enfurece el dispositivo.
“Para alguien como yo, que ha usado un sistema operativo de escritorio durante mucho tiempo, hay muchas convenciones integradas a las que estoy acostumbrado que pueden ser frustrantes”, comentó Seifert. En particular, el iPad no puede trabajar con flujos de trabajo anticuados que están hechos para las computadoras personales. ¿Qué pasa si necesitas entrar al programa de control de gastos o el sistema de edición personalizado de tu empresa? Es posible que no funcionen en tu iPad —al menos no todavía— porque fueron hechos para dispositivos mucho más viejos.
No obstante, Seifert coincidió conmigo en que muchos de esos usos son casos especiales. Él sigue usando computadoras personales porque a menudo, en palabras de Jobs, necesita un camión. Sin embargo, la mayoría de la gente no necesita camiones, y pocos de nosotros los necesitaremos en el futuro. Seifert no les está enseñando a sus hijos a usar sistemas operativos de escritorio como los de la Mac o Windows, ni yo tampoco.
Tardó más tiempo del que Steve Jobs esperaba, pero tenía razón. Durante la última década, para la mayoría de la gente, en la mayoría de los casos de uso, los teléfonos mataron a la computadora personal. Para trabajar, ahora solo debes usar un teléfono grande… el cual resulta que Apple llama iPad.
Fuente:https://listindiario.com/tecnologia/2019/11/17/591844/steve-jobs-estaba-en-lo-correcto-los-telefonos-inteligentes-y-las-tabletas-mataron-a-las-computadoras-personales