Cuida tu salud y date un break
Descanso o pausa
Ciertas ocasiones lo que te conviene es hacer una pausa y quedarte en casa. Descubre cuándo debes ponerte los tenis o de plano vale más que te acurruques en el sofá.
Estás resfriada
La actividad física moderada no agrava los síntomas de un resfriado común, siempre y cuando no te sientas decaída y sin energía. Prefiere hacer entrenamiento de fuerza a una intensidad baja a moderada en lugar de realizar tu rutina de cardio. No obstante, considerando la facilidad con que se propaga este padecimiento, lleva contigo un sanitizador de manos y limpia cualquier superficie que toques para evitar exponer a otros usuarios a la bacteria.
Tienes fiebre
La temperatura elevada es un signo de que el sistema inmunológico está luchando contra una infección y lo último que necesita es el esfuerzo resultado de la actividad física. Cuando tienes fiebre, el cuerpo se deshidrata con mayor rapidez porque la reserva de fluidos corporales disminuye. Asimismo, el calor del organismo aceleraría tu ritmo cardiaco en reposo haciendo tu rutina menos efectiva y placentera.
Tienes gripe o influenza
Olvídate del gym hasta que desaparezcan los síntomas. Si estás agripada o tienes una infección en las vías respiratorias, podrías tener problemas para ventilar durante el entrenamiento, especialmente el cardiovascular. La gripe y la fiebre van de la mano, por lo que una película o tu serie de televisión favorita, envuelta en una cobija calientita, son excelentes opciones para acelerar tu recuperación y retomar tu entrenamiento cuanto antes.
Estás lesionada
Si tienes una lesión muscular o articular molesta y dolorosa, descansa un par de días. En caso de un tirón, contusión, luxación o esguince, el descanso es fundamental para no estresar la zona. Suspende tu entrenamiento por tres o cuatro días, y de seguir con molestias, acude con algún ortopedista, reumatólogo o médico del deporte para que te dé el tratamiento apropiado. Si la lesión no es muy fuerte, puedes entrenar otros segmentos corporales que no se afectan directamente; por ejemplo, si te lastimas el hombro, puedes aprovechar para hacer trabajo de fuerza en pierna o cardio a intensidades moderadas y con poco impacto.
Tuviste insomnio o estás desvelada
Sal de la cama y actívate. Una rutina matutina puede ser justo lo que necesitas para inyectarle energía a tu día. Sin embargo, si te sientes agotada constantemente, al grado de interferir con tus funciones diarias, olvida tu entrenamiento y consulta a un experto. La fatiga extrema o persistente puede ser signo de alguna enfermedad.
Te duelen los músculos
Ponte los tenis, pero entrena a intensidad baja; trota suave en lugar de correr, por ejemplo. Si el malestar es muy severo, des- cansa un día sin olvidar hacer estiramiento suave. Si de plano no puedes ni moverte porque te excediste en tu último entrena- miento, toma nota y haz rutinas más ligeras.
Estás embarazada
Pide a tu médico opciones de rutinas seguras, como natación, caminata, yoga u otra actividad de intensidad baja a moderada que no implique contacto físico, riesgo de una caída o presión en el abdomen o espalda. Asegúrate de hidratarte y detenerte a descansar siempre que lo necesites.
Tuviste un ataque de asma recientemente
Si el episodio se debió a una infección respiratoria, suspende tu rutina por unos días y visita al médico. Si el experto asegura que puedes ejercitarte y tu asma está bien controlado, continúa con tu entrenamiento habitual. Si padeces asma inducido por el ejercicio, entrena siempre a intensidad baja a moderada, o practica natación en una alberca techada. Si te falta el aire o te sientes cansada al realizar la actividad, detente de inmediato, y no olvides llevar siempre tu inhalador en la maleta.
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