El sucio negocio de la salud.
Sueña profundamente quien crea que la posesión de un carné de una ARS privada le garantiza la cura de alguna enfermedad. Combinado con la indolencia y las mañoserías de muchas prestadoras de servicios de salud y de médicos codiciosos, tal cartón plastificado representa más un pase al cementerio que un pasaje de vida.
La ley 87 de 2001 (Seguridad Social) engendró un semillero de estas empresas con el único propósito, al parecer, de legalizarlas para que se repartieran el pastel de los empleados con capacidad de pago, incluidos los casi 400 mil estatales. Son casas de trucos donde el “asegurado” hace de marioneta; trampas para capturar afiliados. Y punto.
Si no, pregúntenle a la mayoría de los usuarios acerca del nivel de satisfacción sobre los servicios ofertados por estos negocios boyantes. Casi seguro que responderán:“Pésimo”.
En cuanto a los servicios de los galenos, muchos de esos profesionales se las ingenian para sacar su tajada más allá de la cobertura del plan, en el cobro de las consultas y en los honorarios.
No es para menos. La cobertura del plan básico, además de muy limitada, se agota de un soplo y, a menudo, es objeto de retorcimientos. Como muestra baste con asistir a la emergencia de un centro privado, o requerir los servicios de ciertos facultativos, o apelar a los míseros tres mil pesos de medicamentos consignados para todo el año en el susodicho seguro médico.
En la emergencia, antes de atender al paciente le exigirán un adelanto mínimo diez mil pesos, a pesar de la tarjeta del seguro. Y en los internamientos hace mucho que dejaron de ser noticia los abultamientos en los gastos de insumos y las prescripciones innecesarias de estudios muy caros.
En cuanto a los servicios de los galenos, muchos de esos profesionales se las ingenian para sacar su tajada más allá de la cobertura del plan, en el cobro de las consultas y en los honorarios.
Sobre el dinero consignado al cliente para compra de medicina, se sabe que está sujeto al capricho de la ARS, y, como si fuera poco, no es acumulable. Como no es acumulable el monto establecido para enfermedades catastróficas. Mucho menos el no uso del seguro, pues, si un día el empleado o empleada es víctima de una cancelación, ahí mismo se quedó sin cobertura.
Ni pensar en salir de un internamiento sin pagar hasta el último centavo de miles de pesos facturados por encima de la capacidad del seguro. El paciente se convierte ipso facto en un secuestrado. Cualquiera se muere de espanto.
El sistema de seguridad nuestro fue diseñado para personas jóvenes, sanas y robustas. Personas que coticen sin demandar servicios; es decir, que enriquezcan más a los empresarios. Cuando una persona llega a la vejez y pierde el trabajo, le arrancan el derecho a la cobertura, pese a que ha entrado en una etapa de alto riesgo y es cuando más necesita los servicios de salud. Nadie con algún asomo de enfermedad tiene derecho a ingresar ARS en República Dominicana.
Ni pensar en salir de un internamiento sin pagar hasta el último centavo de miles de pesos facturados por encima de la capacidad del seguro. El paciente se convierte ipso facto en un secuestrado. Cualquiera se muere de espanto.
Esta desagradable historia comenzó un mal día cuando a los empleados y a las empleadas les dijeron de repente que habían sido inscritos en tal o cual ARS. Y que no podían desligarse de ella sin agotar el pago de 12 cuotas; es decir, un año. Después de ese tiempo –según la Superintendencia de Salud y Riesgos Laborales--, hay que justificar el cambio.
Obligados a cotizar y sin derechos reales a reclamar, los afiliados son presos de confianza. Mas las campanas nunca doblan ni redoblan por ellos. Ningún organismo del sistema vigila a sus explotadores. O, por lo menos, no los denuncia. Desprecian la lluvia de quejas de cada día.
Un remeneón que cambie de raíz esa situación habrá de ocurrir algún día.
El presidente Danilo Medina puede, entretanto, fortalecer el Senasa y la red pública de centros de salud. El derecho humano a la salud no debe estar a merced de la especulación de los ambiciosos e indolentes. Y menos de los conspiradores internos del mismo sistema.
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