No hay cosa peor que sentirse inseguro.

Cuando se sufre esa condición, los nervios andan de punta, el sueño es una desgracia, la comida hace mal, ronda la agresividad hasta en contra de uno mismo, igual que las enfermedades. El inseguro camina como perdido, siempre a la defensiva; cree que todo el mundo le persigue y le envidia.

Hasta pierde la capacidad de mirarse al espejo para identificar sus falencias y virtudes. Las horas le pasan en esa zozobra, con permanentes escalofríos de dudas (perdón, siquiatras y sicólogos; solo es la mirada de un periodista).

La inseguridad pública ha aumentado en RD. La encuesta Gallup-Hoy ha confirmado ese sentimiento. Solo que --quizá por sus característica de medición coyuntural de percepciones--   deja a los públicos sin contextualización. Y eso no ayuda a la comprensión de la realidad.

Las camadas de hombres y mujeres jóvenes que han salido a atracar y matar, no cayeron del cielo. Son una construcción social.

Este problema ha crecido en base a los procesos migratorios internos provocados por la vieja concentración del progreso y las riquezas en las grandes ciudades y el abandono de las provincias. Por la falta de planificación urbana. Por la eterna corrupción empresarial y pública, modelada con desparpajo ante la juventud. Por los que relativizan la corrupción. Por el auge del narcotráfico y la drogadicción a causa del ensalzamiento implícito de los “lavadores”, los “arreglos” y el manejo informativo descuidado. Por la visibilización mediática permanente del boato como sinónimo de honestidad, prestigio y seriedad, y la pobreza como lo contrario. Por los enganches políticos repentinos con fines de búsqueda, y el exhibicionismo desenfrenado del lujo producto del enriquecimiento ilícito. Por las evasiones de impuestos celebradas en sucesivos gobiernos. Por el predominio de los farsantes. Por el menosprecio y uso de los de abajo. Por el desprecio de los talentos y la sobreestimación de los “vivos”. Por la especulación creciente. Por la venta de gasolina y gas licuado de petróleo con alteración en sus componentes y en menor cantidad que la pagada por los clientes. Por la venta de productos vencidos pero con fechas actualizadas. Por los jueces y abogados corrompidos. Por la cultura de las armas. Por la complicidad de la familia y los vecinos con los delincuentes. Por las instituciones podridas. Por los manejos turbios en la política y la agitación inoportuna e irracional de politiqueros. Por el desorden en el tránsito. Por el dominio del fraude. Por la escasez de empleos y la sobre-explotación del personal de las empresas con sobrecarga de trabajo y salarios de hambre. Por la poca valoración del trabajo honesto. Por la impotencia ante el paciente que se muere en la clínica porque la atención médica exige primero la garantía del dinero. Por la imposibilidad de garantizar siquiera la comida del día. Y por muchas cosas más.

Las camadas de hombres y mujeres jóvenes que han salido a atracar y matar, no cayeron del cielo. Son una construcción social. La inseguridad es una consecuencia. No hay augurios de retorno a la confianza, por el momento, a menos que haya una comprensión integral del problema y un cambio radical de actitud de toda la población, comenzando por su dirigencia nacional y local.

Volveremos a “vivir tranquilos” cuando cada quien asuma su responsabilidad frente al país. Dejémonos de tonterías y vayamos al fondo.

Fuente: http://www.7dias.com.do/opiniones/2014/02/05/i157135_escalofrios-del-inseguro.html#.UvKjKvl5OSp