Cómo gestionar las emociones ante una enfermedad crónica
Con el diagnóstico de una enfermedad crónica, comienza un duro proceso de ajuste psicológico a la situación. A continuación, compartimos algunas pautas para ello.
A pesar de que contar con una buena inteligencia emocional es esencial para el bienestar, nuestra sociedad no le otorga a esta cuestión un papel tan destacado como quizás debería. Generalmente nos movemos por la vida faltos de estos recursos imprescindibles, pero existen ciertas situaciones en las que esta carencia se vuelve más notoria. Por ejemplo, saber gestionar las emociones ante una enfermedad crónica puede suponer una gran diferencia en nuestra calidad de vida.
Al impacto físico hemos de sumarle la necesidad de realizar un ajuste psicológico a la situación que se nos presenta. Una tarea nada sencilla para la cual muchos enfermos crónicos no reciben la comprensión y el asesoramiento requeridos.
Cada caso tendrá unas particularidades diferentes por la propia idiosincrasia de la persona y las características de su enfermedad. Frente a ello, existen ciertas tareas o estrategias que pueden configurar una ayuda valiosa para gestionar las emociones ante una enfermedad crónica:
-Valida tus emociones. Recuerda en todo momento que tienes derecho a sentir lo que sientes. No te autoimpongas la exigencia de ser fuerte, de sonreír o de estar feliz. No te juzgues por sentir tristeza, rabia o miedo. Todo lo que sientes es válido. Y si necesitas tiempo para asimilar tu situación, dátelo.
-Realiza una ventilación emocional adecuada. Si reprimes tus emociones, las ocultas o las encierras, terminarán «pudriéndose» en tu interior. Exprésate y deja salir todo lo que te preocupa, te duele o te aflige. Para ello escribe, habla con tus personas más cercanas o busca ayuda profesional. Pero asegúrate de tener un espacio seguro en el que poder abrir las ventanas de un interior y permitir que entre el aire.
-Cuida tu diálogo interno. Con frecuencia, ante una enfermedad crónica, la persona comienza a dirigirse mensajes dañinos como: «eres una carga», «eres un fracaso, un inútil, ya no sirves para nada». Esta desvalorización conlleva un severo descenso de la autoestima que únicamente empeora la situación. Sé compasivo e indulgente contigo mismo. No seas tu peor juez ni tu mayor crítico, háblate con amor, comprensión y empoderamiento.
Más allá de la supervivencia
Sobre todo, disfruta de tu vida. Sí, esto puede resultar contradictorio pues es evidente que la enfermedad supone una severa limitación. Sin embargo, aún tienes una vida y mereces vivirla. Trata de no sentir lástima por ti mismo durante mucho tiempo; por el contrario, vive, disfruta y agradece todo lo que si tienes.
Cuando la enfermedad lo permita, sal, comparte con tus seres queridos, realiza actividades que te gusten. Aunque tengas que aprender a disfrutar de un modo diferente a como lo hacías antes, no dejes de hacerlo.
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