Migrantes y el triste drama de los niños
El jueves 5 de diciembre Unicef presentó un informe que parte el alma: entre enero y noviembre de este año casi 4,500 niños, niñas y adolescentes no acompañados o separados han atravesado la peligrosa selva del Darién entre Colombia y Panamá.
Pero más preocupante fueron las cifras reveladas ocho días después, el jueves 12 de diciembre, en una reunión del alcalde de Nueva York, Eric Adams, con Tom Homan, designado zar de la frontera por el presidente electo Donald Trump.
Según el primero, hay 500 mil niños patrocinados por la política migratoria que no se sabe dónde están, aunque los datos de Homan son más conservadores, solo 320 mil, cantidad aproximada que habría surgido de casi 300 mil que en los últimos años no recibieron notificaciones de cortes y otros 30 mil que no se presentaron a audiencias.
Una cifra u otra, representan un escándalo que tanto Adams como Homan se han comprometido, cada uno por su lado, a enfrentar.
Lo que informa Unicef, como los funcionarios norteamericanos, es una muestra del descalabro moral de estas sociedades y de sus dirigentes, más la necesidad de aunar esfuerzos y que los países y regiones colaboren para dar prioridad al tema de la migración internacional.
Precisamente hoy 18 de diciembre, Día Internacional del Migrante, consagrado desde el año 2000 por la Asamblea General de la ONU, es una oportunidad para insistir en visualizar los retos, dificultades y adversidades que deben afrontar los migrantes en el mundo.
La migración se produce principalmente por hambre, guerras que destruyen y arrasan poblaciones enteras, falta de oportunidades y de trabajo, inundaciones, sequías y apropiación de territorios habitables por multinacionales que expulsan a las poblaciones nativas.
Pero además, en el mundo actual el que molesta es el migrante pobre, como una vergüenza que se intenta ocultar, pese al enorme aporte económico de su trabajo mal remunerado, mientras las naciones industrializadas establecen políticas migratorias restrictivas, con deportaciones represivas y plagadas de abusos.
La mejor manera de celebrar este día es propugnar por un trato más humano a los migrantes y, al mismo tiempo, exigir a los estados que se creen condiciones para que la migración sea el último recurso, porque nadie emigra cuando tiene trabajo, comida y techo en su propia tierra.
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