Venezolanos siguen su peligrosa ruta por selva panameña, pese a advertencia de EE.UU.
Con su pequeño hijo en hombros, Dennis Font viene de cruzar la peligrosa selva panameña del Darién. Ninguna advertencia de repatriación a Venezuela lo detendrá en su empeño de llegar a Estados Unidos: "Quien no arriesga, no gana", dice convencido.
Dennis, de 32 años, viaja con otros dos hijos y su esposa. Dejó Venezuela, donde era albañil, porque "la situación está jodida", cuenta a la AFP en Lajas Blancas, 250 km al este de Ciudad de Panamá, casi cinco horas de carretera con tramos maltrechos, en la frontera con Colombia.
Allí, en un campamento de acogida de migrantes, viene de enterarse, como muchos de sus compatriotas que pasaron cuatro días atravesando el Darién, que Estados Unidos acordó con el gobierno de Nicolás Maduro la "repatriación directa" de venezolanos que migran por vía ilegal.
La deportación comenzará "rápidamente", afirmó un funcionario estadounidense que pidió el anonimato.
"Deberían tratar de ayudarnos más bien, de darnos apoyo, yo voy a Estados Unidos a trabajar, a sacar mi familia adelante", lamentó Dennis.
El miedo a la deportación no es mayor que ese anhelo, para muchos en el Centro de Recepción Temporal para Migrantes de Lajas Blancas, donde organismos internacionales ayudan a las instituciones panameñas para atender a los migrantes.
"Me preocupa, aunque prefiero mil veces quedarme en otros países que (regresar) porque Venezuela es una tortura, uno se muere en carne viva, no veo futuro allá", dice Daniel Rosales, de 27 años.
En el centro de acogida de migrantes los caminos son de tierra. Duermen en barracones de madera, en colchones en el piso, entre la ropa tendida. Afuera hay baños comunales junto a un pequeño lavadero y varias duchas improvisadas.
A este centro, visitado este viernes por los presidentes Rodrigo Chaves (Costa Rica) y Laurentino Cortizo (Panamá), llegan los migrantes en viajes organizados en canoa, tras ser detectados por las autoridades panameñas.
Los mandatarios de ambos países vecinos, que se reunieron para abordar la crisis migratoria, vieron cómo llegaban los migrantes en canoas.
Chaves abogó por una política "clara de Estados Unidos" y que los países "emisores" y los "de paso" de migrantes se pongan de acuerdo "para asegurar que la gente" que llegue lo haga "de manera legal, ordenada y humanitaria".
Igualmente, Cortizo pidió un acuerdo entre países para "evitar el viacrucis inhumano" por el Darién. "No esperemos que lleguen a la frontera con Texas, hagámoslo antes", subrayó.
En la puerta de un barracón, mientras peina a una de sus dos niñas con quienes viaja, la venezolana Scarlett Ibarra, de 32 años, dice aferrarse "a Dios".
Ha cruzado el Darién con una veintena de familiares.
"Después de hacer esta travesía donde uno ve tantos muertos no me gustaría que me deportaran", confiesa a la AFP.
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