Migrantes muertos en América
El año 2022 registró una cifra récord de muertes y desapariciones de migrantes en todo el continente americano, con al menos 1,457, casi la mitad de ellas (686) en la frontera entre Estados Unidos y México, según informó recientemente la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
La cifra de víctimas en el continente supera en un 10% las registradas en 2021 (1,316) y antes de ese año nunca se habían superado los 900 muertos y desaparecidos confirmados, indica la OIM.
Además de los 686 fallecidos o desaparecidos en la frontera norte mexicana, el año pasado hubo otras 257 víctimas en la ruta marítima hacia Estados Unidos por el Caribe, 141 en el tapón del Darién panameño (peligrosa selva que une Suramérica con América Central) y 104 entre República Dominicana y Puerto Rico.
Ante estas alarmantes cifras, la OIM hace un llamado a la acción a los Estados, para que al menos traten de garantizar que las rutas sean más seguras, aunque el problema de las migraciones tiene un origen mucho más grave y más complejo.
Mientras potencias como EE.UU. tienen un altísimo nivel de vida, poblaciones enteras del resto de América, sumidas en la pobreza por la depredación de sus recursos naturales, expulsan a miles de desesperados que lo único que buscan es un lugar donde puedan trabajar, comer todos los días, tener agua potable y techo, que en los bolsones de miseria de sus países de origen se les niega.
El migrante que, sin papeles, con unas pocas prendas y con su hambre y desesperación como la parte más pesada de su magro equipaje, es el “leproso del siglo XXI” al que nadie quiere cerca, al que persiguen y encarcelan para devolverlo a la misma miseria de la que trabajosamente ha tratado de escapar.
El papa Francisco es uno de los pocos líderes mundiales que ha mantenido vivo este tema y se ocupa de visibilizarlo ante la opinión pública mundial.
Mientras tanto, el mundo olvida que las migraciones han moldeado y transformado las civilizaciones a lo largo de la historia, pero lo doloroso es que este problema no desaparecerá mientras haya poblaciones enteras que pasen hambre, arropadas por la miseria y la desesperación, y cuya única esperanza es aventurarse a estas largas, penosas y casi siempre letales travesías por tierra o por mar en busca de una vida mejor.
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