Héctor Rodríguez busca lograr lo que su padre no pudo
“De tal palo, tal astilla” es una frase que describe cuando un hijo sigue el sendero de su padre, pero en el caso de Héctor Rodríguez y su progenitor, la astilla no solo heredó, sino que perfeccionó el camino.
Ambos comparten el mismo nombre, pero Héctor Rodríguez, padre, sin saber que su hijo seguiría sus pasos, le dio más que una identidad al nacer: le entregó, como una profecía, su propia pasión.
En cada letra del nombre que comparten, incluyó también el deseo de que el béisbol no solo fuera un oficio, sino un sueño compartido.
Veinte años después, el hijo no solo honra el legado de su padre, sino que lo usa como motor para perseguir una meta más importante: llegar a las Grandes Ligas y mejorar la precaria situación económica de la familia.
Ya no se trata solo de triunfar por sí mismo, sino de hacerlo también por quien le mostró el sendero y le ayudó a mantener el equilibrio en esos primeros pasos, buscando que ambos, en espíritu, alcancen juntos el lugar que siempre han soñado.
“Aprendí a jugar pelota por mi papá, él era el que me enseñaba desde chiquito, y siempre ha sido mi mayor ejemplo. Él me motivó a jugar este deporte, y por eso cada vez que me paro en la caja de bateo es queriendo hacerlo bien, para que él se sienta orgulloso de mí”, dijo Rodríguez al Listín Diario.
Su progenitor firmó por muy poco dinero con los Padres de San Diego, sin embargo no pudo llegar siquiera a jugar en el béisbol organizado.
Para Rodríguez hijo, que su padre no llegase a jugar en Las Menores es una motivación, ya que todos los días usa eso como combustible para llegar ser mejor, con miras a llegar a Las Mayores, y poder decirle a su padre: “lo hicimos”.
UN DIAMANTE EN BRUTO
Por la Liga Dominicana de Béisbol han pasado jugadores que hoy son miembros del Salón de la Fama de Cooperstown, pero aquí no pudieron ser ni la sombra de lo que después vieron, pero Rodríguez, a los 19 años de edad, “se echó Lidom en un bolsillo”.
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